lunes, 16 de enero de 2023

Mi forma de procesar el dolor, es solo mía

A propósito de Shakira y todo el revuelo causado con su última canción, esto va con mucho amor para aquellas personas que están pasando por un proceso de separación y que no tienen la “fortuna” de facturar con su despecho y dolor, y no, no es un ataque a ella, ni a la canción, pero si hay algo que creo se está desfigurando y entendiendo del modo incorrecto. 

1. Todos tenemos formas de procesar el dolor, algunos lo harán en privado, viviendo su duelo de manera muy personal, mientras que otros tendrán la necesidad de sacar ese dolor afuera, y expresarlo de mil maneras, hablando, pintando, escribiendo, cantando, publicando frases y memes, mandando indirectas, etc. Ya sabemos cómo Shakira lo está haciendo, y aunque a ella le funcione, su situación es totalmente distinta a la mía y a la tuya. El punto es que encuentres lo que a tí te funcione.

2. Cuando pasamos un rompimiento, sea por la causa que fuera, hay una etapa, en la que ponemos afuera nuestra responsabilidad y el “otro” es quien tiene la “culpa” de todo. Luego desplazamos toda esa culpa hacia nosotros, queriendo volver al pasado y corregir todo eso que hicimos mal, pero es finalmente cuando logro ver y hacerme cargo de mi responsabilidad en lo que estoy viviendo, sin ninguna culpa de por medio, que recién puedo decir que estoy empezando a sanar y superar el duelo. Así que no, la canción de Shakira no tiene ningún mensaje de empoderamiento femenino ni de superación a su duelo, solo es representación de una etapa que está viviendo y punto.

3. Normalmente pensamos que la infidelidad sucede cuando nuestra pareja se involucra con otra persona, y entonces cuando hay un tercero en discordia, todita la “culpa” es suya. Pero lo que ignoramos, es que la infidelidad empieza muchísimo antes, como cuando comenzaron a no decirse las cosas que sentían, cuando dejaron de darle espacio a la comunicación honesta y abierta, cuando preferiste no ver las señales que te alertaban de que algo no andaba bien en tu relación, cuando comenzaste a mentirle a todos y sobre todo a ti misma. Sin ánimos de defender ni culpar a nadie, la infidelidad es parte de un proceso que no inicia afuera, sino dentro de la dinámica de la pareja, y sí, empieza cuando decidimos sernos infieles a nosotros mismos. Todo esto lo digo, desde mi experiencia personal y de la de muchas mujeres que han pasado por esto y han recurrido a mi en búsqueda de orientación y apoyo en algún momento.

4. Es muy difícil para los niños y debo agregar, adolescentes, transicionar por la etapa de separación de los padres, no la hagamos más dura y traumática, dañando la imagen que tienen de uno de ellos, aún así esa persona no se haya portado bien con nosotros. Tratemos de proteger lo más que podamos esa imagen, a pesar de nuestro dolor, y de nuestra ira, porque esto traerá consecuencias muy graves más adelante en su desarrollo. Recuerda que estás perdiendo una pareja, y más adelante podrás volver a encontrar a otra persona, pero tus hijos solo tendrán un padre y una madre de por vida.

5. Finalmente, las mujeres claro que lloramos, y está bien hacerlo, y por supuesto que también nos levantamos y seguimos adelante mucho más fuerte que antes, pero todo a su tiempo, sin prisas, sin quemar etapas, y sobre todo sin mentirnos a nosotras mismas. El día que realmente superes una situación o una persona, ya no se llevarán ni un pedacito de tu atención y tiempo, y cuando eso suceda, estarás tan enfocada construyendo tu nueva vida, que ni siquiera lo notarás. 

 Con cariño,

Mary

 


viernes, 27 de enero de 2017

Preguntas y Respuestas


En algunas etapas de mi vida, en mi afán por querer encontrar explicación a  todo lo que me pasaba, no sé si por  mantener viva la curiosidad de mi niña interna, porque tengo un inspector truquini dentro, o de hecho porque me tomé demasiado en serio mi rol de psicóloga, me hacía tantas preguntas para intentar encontrar respuestas, que en ocasiones me aparecían esquivas, ilógicas, o simplemente no me satisfacían y terminaban por confundirme aún más. ¿Por qué no consigo lo que quiero? ¿Por qué si lo deseo tanto no ocurre? ¿Por qué si estoy dando mi mejor esfuerzo, no está pasando? o la muy famosa e infaltable ¿Por qué a mí?, por nombrar sólo algunas de tantas que infestaban mi cabeza en momentos de frustración, de rabia o tristeza.

Lo cierto es que con el paso de los años, después de haber buscado respuestas en cursos y libros de psicología, espiritualidad, astrología, autoayuda, coaching, y hasta de clown, comprendí dos cosas: 1. No me estaba haciendo las preguntas correctas. 2. Las respuestas ya estaban dentro de mí, no había necesidad de buscarlas afuera.

Quiero compartir algunas de las cosas que me ayudaron en mi proceso personal y que me aportaron luz en su momento, sobretodo en aquellos cuando las cosas no salen como quieres, o cuando no obtienes eso que tanto deseas.

Identificando el propósito y el deseo

Según la Kabbalah, una filosofía espiritual de origen hebreo, el ser humano está hecho de deseos, y su propósito en la vida es alcanzar felicidad. Pero hay que hacer una diferencia importante, partiendo del hecho, que estamos conformados por materia (cuerpo) y mente (alma), y que el primero es el instrumento del que se vale el segundo para lograr su propósito en la vida, podemos clasificar nuestros deseos como deseos del cuerpo (ego), y deseos del alma. Por un lado los primeros responden a una necesidad inmediata individualista, mientras que los segundos, tienen un efecto más duradero y trasciende la propia individualidad (Sobre esto volveré más adelante).  Pongo énfasis en identificar la diferencia de ambos conceptos, porque parece que la sociedad en la que crecimos nos enseñó desde pequeños a tener muy claros los primeros y a quedarnos sin respuestas cuando intentamos buscar satisfacer los otros. El consumismo extremo que se ha implantado en las personas,  ha ido creando cada vez más necesidades aparentes por cosas superfluas, incitándonos a vivir una vida carente de propósito. Desde pequeños, incluso, se nos alienta a ser los mejores en el colegio, luego en el instituto, o en la universidad, con la finalidad de tener el mejor puesto, el mejor salario, el último auto, smartphone, o la casa propia, etc, y hemos traslado el sentido total de nuestra felicidad o propósito de vida a la obtención de cada una de estas cosas materiales, primer error para llevar una vida llena de frustraciones.

Por otro lado si llevo esta reflexión a las organizaciones, en muchas de ellas se espera que el colaborador tenga un buen desempeño, asegurándose de que cuente con los conocimientos necesarios y  sepa lo que tiene que hacer, mediante procesos de inducción, capacitación y desarrollo; sin embargo, muchas veces estos procesos no resultan ser sostenibles, porque no se llega a alinear realmente el propósito del colaborador a los valores, misión y visión de la empresa. ¿Cuánto personal de limpieza tendrá claro cuál es el propósito y valor de su puesto en la empresa y en la vida de las personas que la conforman? o ¿Cuántos maquinistas conocerán para qué tienen que producir 2000 piezas de plástico un mes, y al otro sólo 500? Lo cierto es que muchos de ellos, sobretodo en los puestos más operativos, sólo saben lo necesario, es decir, sólo saben lo que tienen que hacer, pero pocos tienen claro para qué hacen lo que hacen, o cuál es verdadero propósito de su puesto. He tenido oportunidad de ver el impacto de esto en empresas y equipos de trabajo, y las diferencias son enormes en cuanto a motivación, clima, desempeño y por ende resultados. En cualquiera de los casos, más allá de la validez de mis explicaciones, fui llevada a cuestionar el propósito de todo aquello que deseaba y hacía. 

Primera pregunta correcta encontrada: ¿Para qué quieres lo que quieres? Si no encuentras una respuesta que trascienda tu propio ego, y te ayude a ser una mejor persona, quizá aquello que quieres no se te está dando, porque no está alineado a tu propósito de vida o aún falta trabajo para merecerlo. 

Aprendiendo a recibir y crear merecimiento

El significado de la palabra Kabbalah, significa “recibir”, y cuando empecé a estudiarla, el profesor nos comentó que casi todos los problemas de la humanidad residían en el hecho de no saber recibir lo que la vida nos tiene deparado. Cuando escuché esto  se me hizo extraño, porque era más lógico pensar que el principal problema del ser humano es que no sabe compartir, pero luego entendí que esto último proviene de lo primero. Dentro de cada uno de nosotros reside el potencial para dar y recibir, somos luz y vasija en términos de kabbalah, y hay una explicación más profunda detrás de esto, pero no quiero extenderme en sus fundamentos porque no es el propósito de este artículo, así que lo explicaré con ejemplos y preguntas.

Imagina que vives en un departamento pequeño alquilado, y toda tu vida has deseado tener una casa grande donde poder vivir más cómodamente con tu familia, lo cierto es que no tienes los medios económicos para lograr cumplir ese sueño, de hecho vives muy ajustado; sin embargo, un día te enteras que heredaste la casa de 4 pisos de un tío al lado del olivar de San Isidro. ¿Podrás tener esa casa para siempre? Probablemente no porque no tienes el dinero para mantenerla, y al final no te quedará más opción que venderla. ¿Qué pasa si de repente por x motivos, te ascienden al puesto de jefatura que siempre anhelaste tener, pero resulta que no tienes las competencias ni la experiencia necesaria? Probablemente las cosas no sean tan sencillas para ti, por lo menos el primer año de capacitación y aprendizaje, si es que antes no das una metida de pata que ponga en peligro tu puesto, ¿cierto? ¿Qué pasaría si por fin logras estar con el chico que tanto quieres, pero resulta que tú aún no has terminado de cortar la relación con tu ex porque te da pena y estas llevando una relación a la par con ambos? Probablemente termines más sola que el chavo, cuando quedes al descubierto o vivas una vida llena de frustraciones y ansiedad.

A lo que se refería David Benzaquem, mi maestro, es que deseamos tanto, y todo aquello que deseamos nos es posible, pero siempre en la medida que sepamos crear vasija para recibirlo. El problema no está en desear, o dejar de hacerlo, sino en trabajar en uno mismo para merecer aquello que deseamos. He ahí una gran diferencia cuando experimentamos el placer de disfrutar algo que sabemos nos costó muchísimo y no nos fue regalado.

Segunda pregunta encontrada: ¿Mereces aquello que deseas? o ¿Estás siendo lo que quieres recibir? Recuerda que todos somos espejo, y siempre vamos atraer situaciones, relaciones, y personas que vibren en la misma sintonía que uno.

Aplazando la satisfacción del deseo

Encontré una metáfora que me pareció interesante para poder explicar esta parte. Una bombilla de luz, tiene 3 componentes: Un polo positivo (+), un polo negativo (-) y un filamento que separa a ambos. De estos tres componentes, el más importante es el filamento, que funciona como resistencia, haciendo retroceder la corriente que fluye desde el polo positivo al negativo, evitando que se conecte directamente, y de esta manera logra crear una luz constante. ¿Qué pasa cuando este filamento se quema?, pues se produce un cortocircuito, la corriente pasa directamente al polo negativo, se produce un destello intenso y brillante pero rápidamente en cuestión de segundos, nos quedamos en la oscuridad y esa bombilla ya no funciona más.

En esta metáfora, el polo negativo correspondería a nuestros deseos inmediatos, el polo positivo, a la plenitud y felicidad que buscamos, ese sentido y propósito de vida, y el filamento representaría, nuestra capacidad de elección por satisfacer inmediatamente nuestros deseos, o por obtener satisfacción a largo plazo. Un ejemplo, quizá burdo y sencillo: Quieres cambiar tu estilo de vida y comenzar a alimentarte sanamente (es tu propósito en este momento, y lo que te daría bienestar más adelante), pero te encuentras frente a una torta de chocolate en el refrigerador, no es la primera vez que pasa, de hecho sabes el inmenso placer que te produce poder saborearlo y comerte un pedazo (deseo inmediato del ego). Si no tuvieras la capacidad para resistir ese deseo cada vez que se presente, lo único que harás es sacrificar tu bienestar a largo plazo por un placer momentáneo que se presenta como ese destello brillante e intenso y que siempre viene seguido de un episodio de oscuridad, traducido en sentimientos de culpa y angustia.

Esa sociedad consumista, de la que hablé lineas arriba, nos ha creado también, un sentido de la inmediatez, que nos lleva constantemente a buscar llenar nuestras vidas de placeres rápidos y momentáneos, de respuestas efectivas pero fugaces. Pareciera que hemos cedido el control a nuestros impulsos reactivos, para después sentirnos vacíos, y culpables, y aún así seguimos llenando esos vacíos con más y más satisfacción inmediata, creyendo que es el remedio para acercarnos un poco más a aquello que creemos nos da felicidad.

Tercera pregunta correcta encontrada: ¿Aquello que quieres, te producirá un bienestar a corto o largo plazo? o ¿Estás sacrificando tu bienestar por un placer momentáneo? Quizá no lo estés viendo, pero hay algo más grande detrás de aquello que quieres.

Eliminando para iluminar

Mia Pineda, una reconocida astróloga kabalista y coach venezolana, a la que sigo desde hace 4 años, y ha causado gran impacto en mi vida como en la de muchas personas, tiene una frase que me acompañó en mi proceso, “eliminar para iluminar”. Esta frase cobró mucho sentido para mi, en tanto me di cuenta que toda mi vida me la pasé acumulando cosas, y no sólo materiales sino también creencias, ideas, juicios, conocimientos, etc, que a veces sólo estaban ahí, rumeando en mi cabeza, y sólo servían para crear distancia de la realización de mis sueños y de las personas que me rodeaban. Con el tiempo me di cuenta que no era la única, parece que ese consumismo del que hablaba líneas arriba, nos ha llevado a tener esa tendencia a acumular y acumular sin dejar espacio para nada más, como cuando llenas un cuarto de cualquier cosa, no queda espacio para que entre ni siquiera luz, y cuando no hay claridad no se presentan respuestas, al menos válidas.

Al parecer, el mensaje estaba por todas partes, incluso el famoso slogan de una universidad, “para aprender hay que desaprender”, me lo recordaba a cada momento, y claro, no hubiéramos podido dar la vuelta al mundo y descubrir tantas cosas, si todavía creyésemos que la tierra es plana. Lo cierto es que es más fácil deshacernos de cosas materiales que ya no nos sirven, en algunos casos de relaciones que ya no funcionan, pero no es tan fácil soltar creencias enraizadas, ideas, pensamientos, juicios o actitudes, que quizá ya no nos ayudan, y que al final son la base y principio de todo y determinan nuestra realidad. Por ello, veo cada vez más personas con cabezas impenetrables, y corazones vacíos creando distancias inalcanzables entre unos y otros... 

Cuarta pregunta correcta: ¿Qué tengo que soltar? ¿Es algo tangible, o una idea, una creencia, un juicio, una conducta que me limita? Ponlo a prueba en la realidad y si ya no funciona, si no te genera felicidad, ya sabes que tienes que soltar. Quizá no sea fácil, pero si tienes las manos llenas, dime ¿con cuál recibirías aquello que tanto quieres? Si tienes la mente cerrada, ¿cómo podría entrar la luz de nuevas ideas y sueños por realizar? Hay que hacer espacio para que lo bueno entre en tu vida!


Si bien es cierto, los libros que leí o los cursos que llevé, me ayudaron a mi a formularme las preguntas correctas en su momento;  las respuestas a todas ellas, jamás las encontrarás en un libro o en una clase. Todo aquello que quieres ser ya lo eres, sólo tienes que dejar de buscar afuera, y comenzar a buscar adentro. Tu mundo exterior es reflejo de tu mundo interior, así que preocúpate menos en tener y más en ser, lo primero es consecuencia de lo segundo. 

Mary Rodriguez Castro
Psicóloga y Coach Ontológica

domingo, 4 de mayo de 2014

Más allá de los equipos de trabajo...Equipos de vida

Esta semana, dos preguntas para el debate publicadas en el fan page de un programa de televisión, llamaron mi atención. Las preguntas fueron: ¿Por qué hoy en día la cantidad de divorcios se ha elevado tanto? ¿Cuáles creen son las causas de este hecho? Leyendo las respuestas, todas aludían a la falta de 5 condiciones básicas, que resultaron siendo las mismas condiciones  para que se dé el trabajo en equipo en las organizaciones, competencia que hoy en día es tan bien valorada ya que mejora el desempeño de los trabajadores y por lo tanto niveles de producción. Hasta aquí, podría sonar un tanto descabellado hacer una relación de esta competencia organizacional con el divorcio, pero si hacemos un análisis y llegamos a poner en una misma cara de la moneda organización y matrimonio, veremos que comparten muchos puntos en común, empezando porque ambos forman dos tipos de sistemas insertos en una misma sociedad.

 Un análisis en retrospectiva…

Si hablamos de matrimonio, es importante primero hablar del papel de la mujer, sobretodo porque este ha cobrado tal relevancia en la sociedad actual, ya que ha logrado ocupar el mismo pedestal que el varón.  Inconscientemente (y muchas veces de manera manifiesta) tanto hombre como mujer se encuentran en una lucha de poderes, una lucha por imponer su propia individualidad, necesidades e intereses, sea en el ámbito laboral y/o familiar. El papel de la ama de casa, dependiente del marido como proveedor de alimento y seguridad ha sido desplazado en su casi totalidad para dar lugar al papel de la mujer independiente , profesional y autosuficiente, es así que actualmente en la mayoría de familias ambos padres son profesionales y trabajan, dejando las tareas domésticas y el cuidado de los niños a terceros, lo cual conlleva a una serie de conflictos al interior del seno familiar, trayendo como consecuencia en la pareja separaciones y divorcios y en los niños problemas de conducta y/o aprendizaje. Hasta aquí, esto pareciera ser la principal causa del tema que nos avoca y la única culpable, la mujer, tan sólo por querer trascender lo que alguna vez se le impuso como límites; sin embargo, no hay que caer en la auto indulgencia porque bien sabemos que esto no es así.

Como sabemos el matrimonio y las organizaciones forman parte de un sistema, y si algo en ese sistema cambia, todo se afecta, por lo tanto ese cambio no sólo se ha producido a nivel del rol que cumple la mujer hoy en día, sino también del propio hombre, de las familias y organizaciones que forman parte de ese sistema en el que estamos inmersos, llamado sociedad.

Organizaciones como familias han sufrido grandes cambios desde hace décadas. Así como se comenzó a valorar el papel de la mujer dentro del seno familiar y también laboral, cambiando una serie de percepciones y estructuras dentro de estos dos sistemas, las organizaciones como tal, también han sufrido grandes cambios; uno de ellos fue la valoración del capital humano por encima de los niveles de producción capitalistas, lo que obligó a adoptar un nuevo paradigma en la gestión de sus procesos y a generar una nueva estructura organizacional más acorde a estos cambios: A grandes cambios, nuevas estrategias. Pareciera que cada vez son más  las organizaciones que poco a poco van insertando esta nueva gestión del recurso humano a sus procesos y estructura así como lo hicieron con el nuevo rol de la mujer; sin embargo ¿qué pasa con la sociedad del matrimonio, que se resiste aún a sus propios cambios? Los cambios se dieron, pero parece ser que las estrategias no funcionaron. 

Siguiendo la analogía anterior,  creo que es importante ver al matrimonio como una organización moderna, que ante los cambios y nuevas demandas de la sociedad a la cual dirige sus bienes y servicios, se ve obligada a adaptarse a esas circunstancias para ir modificando sus procesos, su estructura y gestión con el fin de poder satisfacerlas. Es así que el matrimonio tampoco es estático, aún antes de la venida de los hijos, pasa por etapas que van modificando sus estructuras internas y externas de comportamiento. En mi caso, provengo de un matrimonio tradicional donde papá es profesional y trabaja , mamá también es profesional pero decidió dedicarse a las labores del hogar, actualmente ya están cerca a cumplir 30 años de casados y desde mi posición de hija mayor, como espectadora afortunada en primera fila de todos esos años juntos, tengo la seguridad de que la fórmula mágica que funcionó para ellos no funcionaría para otras parejas aún en la misma situación, porque ninguna relación de pareja es igual a la otra, y mucho menos aún para las parejas modernas que están inmersas en una realidad distinta.

La nueva sociedad del matrimonio: Funcionando como equipo

Dejando de lado las etiquetas, “pareja tradicional”, “pareja moderna”, y volviendo al asunto principal, ¿Cómo es que el matrimonio debería funcionar como una organización? Mi respuesta es, siendo un equipo, sin embargo no pretendo se vea como la “solución” o la “fórmula mágica” para tener éxito y asegurar su perpetuidad, pero si como una herramienta importante que va ayudar definitivamente a gestionar  mejor nuestra vida de pareja y familia. El éxito finalmente en nuestras relaciones es determinado por la genuinidad de nuestros sentimientos y la certeza de nuestras decisiones, y es que para mí el amor de pareja implica sentimiento y decisión, más allá de la gestión que podamos tener en nuestra relación, pero eso es un tema aparte.

Volviendo al punto inicial que generó todo este análisis, estas 5 condiciones que suelo tomar como punto de partida para introducir el tema de trabajo en equipo (5 C´s) a mis alumnos de la universidad, y que en este artículo considero también fundamentales para el trabajo en pareja y familia, son las siguientes:

1.     Comunicación. La existencia de una comunicación eficaz tanto en los equipos de trabajo como en la pareja y familia, es fundamental para que la dinámica fluya, y tanto sentimientos, opiniones, problemas como soluciones se expongan en la mesa, de forma adecuada.  Hay que ver a la comunicación como el hilo que conecta a cada uno de los miembros al interior de la familia y si en una de sus conexiones se rompe, todo el sistema se ve afectado.

2.   Compromiso. Un término que va más arraigado con nuestros valores, y que al parecer hoy en día en nuestras relaciones de pareja se ha visto vulnerado. Si no existe compromiso ya sea por nuestro trabajo o por nuestra pareja, ante la primera dificultad desfallecemos y optamos por tirar la toalla, y esto es algo que hoy en día se ha vuelto tan común de observar, sobre todo cuando nos enteramos de matrimonios que fracasan a los 6 meses o 1 año de casados.

3.   Complementariedad. Muchas parejas deciden casarse pensando que encontraron al complemento perfecto en sus vidas, “su media naranja”; sin embargo llegado el momento descubren que eran todo lo contrario. Que los miembros de un equipo posean habilidades complementarias o congruentes es fundamental para el logro de objetivos, así mismo lo es para una pareja cuando ambos poseen características y objetivos de vida que se complementan y confluyen en la misma dirección.

4.   Coordinación. Un término que se relaciona con organización, integración, y con la estructura en sí al interior del equipo y que finalmente va a facilitar que la dinámica sea aún mucho más efectiva. En la relación de pareja, sea cuando existen o no hijos de por medio, esto tiene que ver con la gestión de tiempos, y cuan bien organizados se encuentran para compartir actividades juntos y en la forma en que son llevadas a cabo. En la crianza de los hijos, además estaría relacionado al estilo de liderazgo que ambos padres adopten.

5.  Confianza. El ingrediente final y no menos importante, hasta podría decir el más importante. En toda relación, sea de equipo o pareja, la confianza es fundamental porque es el soporte sobre el que construimos lazos fuertes para construir en el caso de la pareja un hogar o familia y en el caso de los equipos una sinergia positiva que da como resultado el logro de objetivos. Sin la confianza, somos como seres aislados, incapaces de dar y recibir a cambio.

Finalmente no fue del todo ilógico llegar a esta analogía, ya que tanto la pareja como los equipos en las organizaciones trabajan en conjunto para sacar adelante un proyecto, que puede ser de corta o larga duración para una organización, pero podría volverse el proyecto de vida para una pareja.

Ps. Mary Rodriguez Castro




miércoles, 5 de marzo de 2014

La autenticidad: Punto de partida y llegada

Hace unos meses atrás pasé por la increíble experiencia de llevar un curso de introducción al clown para profesionales de la salud, en el que aprendí a comprender un poco más este término y la relevancia que cobra cuando queremos tener mejor llegada a un público objetivo,  pero en general creo que es interesante reconocer su importancia al momento de relacionarnos a todo nivel, pertenezcamos o no a alguna carrera de este ámbito profesional, tengamos o no la vocación de servicio como pilar fundamental dentro de nuestra amplia lista de competencias, y es que ser auténtico parte de reconocer quién soy, aceptarme tal cual sin negar la existencia de esa parte que me hace vulnerable,  propenso a cometer errores y mostrarme sin máscaras ante los ojos de un público que finalmente comparte la misma raza y título que uno.  

Siguiendo con el relato de mi corta experiencia como clown, admito fui con una idea preconcebida totalmente errónea del curso y es que jamás pensé que un personaje en apariencia insignificante y ridículo pudiera hacer de lo simple algo fantástico y revelar tantas luces de lo que puede ser banal y hasta prohibido para la mayoría de nosotros. Pongo énfasis en el término “personaje”, porque si bien el clown no es la representación de algún personaje sino la representación de uno mismo,  en la vida real “los simples mortales” sí solemos representar a más de uno y muchas veces ninguno de ellos se acerca a quienes realmente somos. Pareciera como si cada uno de nosotros con el paso de los años, fuéramos obligados a ponernos máscaras moldeadas y modificadas por las demandas de una sociedad que va evolucionando en muchos aspectos, pero que cada día se vuelve más deshumanizada.

Pero, ¿quiénes somos realmente? ¿Acaso somos el producto final de las demandas de esta sociedad que nos impone patrones de conducta establecidos como “correctos”?, o ¿es que realmente sólo somos la materia prima de aquel producto? “Yo soy yo y mis circunstancias”, frase célebre del filósofo Ortega y Gasset archiconocida por la mayoría, me da algunas luces a esas preguntas ya que alude a un hombre influido por todo lo que le rodea, medio del cual no se puede desligar.  Por otro lado,  considerando a la personalidad como la base y esencia de nuestro ser y quehacer, es sabido que ésta es determinada por factores biológicos y socioculturales, en otras palabras por la herencia y experiencia de vida. Pero hasta aquí me surge otra incertidumbre ¿cuáles son realmente esas máscaras que nos vamos colocando con el tiempo? ¿Acaso vienen determinadas por aquellas circunstancias y experiencias de vida? Para responder estas preguntas, les pongo un ejemplo típico que comete el clown con frecuencia: Él se encuentra bailando desplazándose de un lado para otro por todo el escenario, cuando de repente en su torpeza, se enreda con sus mismos pies y cae de forma estrepitosa; el público ríe estruendosamente, y en vez de reincorporarse rápido, se queda ahí abajo, observando detenidamente lo que sucede en ese momento a su alrededor y dentro de él, percibiendo cada sensación tanto interna como externa, se da cuenta que el caerse generó la risa del público y de manera fortuita lo vuelve a hacer una y otra vez muy a su estilo, hasta que decide que es momento de continuar con la escena, porque este estado de comodidad no va ser eterno (Como cuando contamos el mismo chiste una y otra vez, va dejando de tener el mismo efecto que al principio y tenemos que reacomodar nuestras estructuras de pensamiento para contar otro).

El trabajo del clown, generalmente consiste en la identificación que genera en las personas a partir de ser auténticos y de reconocer el fracaso como parte fundamental en nuestro crecimiento. En el ejemplo anterior, cualquier persona común, por lo general hubiera tratado de reincorporarse rápidamente y actuar como si nada hubiera pasado, otros quizá se hubieran quedado abajo más tiempo del necesario. Todos cometemos errores en algún momento de nuestras vidas, la mayoría de ellos son comunes entre nosotros, y hasta podría decir que más nos parecemos a los otros en nuestros errores que en nuestros aciertos, porque finalmente para llegar a estos últimos, el fracaso, desacierto, error o como quiera llamársele forma parte del camino y hay que aprender a contemplarlo, asimilarlo, integrarlo a nuestra estructura personal y superarlo. Las máscaras que nos ponemos finalmente son eso, máscaras que ocultan nuestro verdadero rostro, nuestras partes débiles, nuestros errores, aquello que creemos vetado por los demás y sobretodo por nosotros mismos; no reconocer todo aquello, es no reconocer parte de nosotros y retardar nuestro crecimiento. Lamentablemente, vivimos en un mundo en el que cada vez se aclama más la “perfección por sobre todas las cosas”, desvirtuándose el concepto real de “ser cada vez mejores personas” y no unas simples máquinas infalibles.

Ser auténticos, es algo que comienza en nuestro interior, a partir de reconocer lo blanco y lo negro, integrándolos en nuestro ser para buscar ser mejores, porque la autenticidad no solamente es quedarnos en reconocer quiénes somos y mostrarnos tal cual sino que trasciende ese significado y busca que seamos fieles a nuestro objetivo de vida, partiendo de uno mismo para llegar a ello. Nosotros atraemos lo que somos, por lo tanto es hora de empezar a trabajar en ese ser mejorando lo que queramos cambiar, más no negándolo, siendo más conscientes de quienes somos y lo que queremos, porque una vez que lo hagamos, las brechas se acortaran, el camino se allanará y las respuestas simplemente aparecerán.  Finalmente, todos tenemos un clown interno, y es esa parte de nosotros que de vez en cuando nos hace ver hacia adentro para después mirar hacia afuera con ojos distintos, es esa parte que nos impulsa a ser mejores personas sin dejar de ser uno mismo.


Ps. Mary Rodriguez Castro


"El verdadero y único viaje es el viaje interior"
(María Rilke)