En algunas etapas
de mi vida, en mi afán por querer encontrar explicación a todo lo que me pasaba, no sé si por mantener viva la curiosidad de mi niña
interna, porque tengo un inspector truquini dentro, o de hecho porque me tomé
demasiado en serio mi rol de psicóloga, me hacía tantas preguntas para intentar
encontrar respuestas, que en ocasiones me aparecían esquivas, ilógicas, o
simplemente no me satisfacían y terminaban por confundirme aún más. ¿Por qué no consigo lo que quiero? ¿Por qué si lo deseo
tanto no ocurre? ¿Por qué si estoy dando mi mejor esfuerzo, no está pasando? o la
muy famosa e infaltable ¿Por qué a mí?, por nombrar sólo algunas de tantas que
infestaban mi cabeza en momentos de frustración, de rabia o tristeza.
Lo cierto es que con el paso de los
años, después de haber buscado respuestas en cursos y libros de psicología,
espiritualidad, astrología, autoayuda, coaching, y hasta de clown, comprendí
dos cosas: 1. No me estaba haciendo las preguntas correctas. 2. Las respuestas ya
estaban dentro de mí, no había necesidad de buscarlas afuera.
Quiero compartir algunas de las
cosas que me ayudaron en mi proceso personal y que me aportaron luz en su momento,
sobretodo en aquellos cuando las cosas no salen como quieres, o cuando no
obtienes eso que tanto deseas.
Identificando el propósito y el deseo
Según la
Kabbalah, una filosofía espiritual de origen hebreo, el ser humano está hecho
de deseos, y su propósito en la vida es alcanzar felicidad. Pero hay que hacer
una diferencia importante, partiendo del hecho, que estamos
conformados por materia (cuerpo) y mente (alma), y que el primero es el
instrumento del que se vale el segundo para lograr su propósito en la vida,
podemos clasificar nuestros deseos como deseos del cuerpo (ego), y deseos del
alma. Por un lado los primeros responden a una necesidad inmediata
individualista, mientras que los segundos, tienen un efecto más duradero y
trasciende la propia individualidad (Sobre esto volveré más adelante). Pongo énfasis en identificar la diferencia de
ambos conceptos, porque parece que la sociedad en la que crecimos nos enseñó desde
pequeños a tener muy claros los primeros y a quedarnos sin
respuestas cuando intentamos buscar satisfacer los otros. El consumismo extremo
que se ha implantado en las personas, ha
ido creando cada vez más necesidades aparentes por cosas superfluas,
incitándonos a vivir una vida carente de propósito. Desde pequeños, incluso, se
nos alienta a ser los mejores en el colegio, luego en el instituto, o en la
universidad, con la finalidad de tener el mejor puesto, el mejor salario, el
último auto, smartphone, o la casa propia, etc, y hemos traslado el sentido total
de nuestra felicidad o propósito de vida a la obtención de cada una de estas cosas
materiales, primer error para llevar una vida llena de frustraciones.
Por otro lado si
llevo esta reflexión a las organizaciones, en muchas de ellas se espera que el
colaborador tenga un buen desempeño, asegurándose de que cuente con los
conocimientos necesarios y sepa lo que tiene que
hacer, mediante procesos de inducción, capacitación y desarrollo; sin embargo, muchas veces estos procesos no resultan ser sostenibles, porque no se
llega a alinear realmente el propósito del colaborador a los valores, misión y visión de la empresa. ¿Cuánto personal de limpieza tendrá claro cuál es el propósito y
valor de su puesto en la empresa y en la vida de las personas que la conforman?
o ¿Cuántos maquinistas conocerán para qué tienen que producir 2000 piezas de
plástico un mes, y al otro sólo 500? Lo cierto es que muchos de ellos,
sobretodo en los puestos más operativos, sólo saben lo necesario, es decir,
sólo saben lo que tienen que hacer, pero pocos tienen claro para qué hacen lo que
hacen, o cuál es verdadero propósito de su
puesto. He tenido oportunidad de ver el impacto de esto en empresas y equipos
de trabajo, y las diferencias son enormes en cuanto a motivación, clima,
desempeño y por ende resultados. En cualquiera de los casos, más allá de la validez de mis explicaciones, fui llevada a cuestionar el propósito de todo aquello que deseaba y hacía.
Primera
pregunta correcta encontrada: ¿Para qué quieres lo que quieres? Si no encuentras
una respuesta que trascienda tu propio ego, y te ayude a ser una mejor persona, quizá aquello que quieres no se te está dando, porque no está alineado a tu propósito de vida o aún falta trabajo para
merecerlo.
Aprendiendo a recibir y crear merecimiento
El significado
de la palabra Kabbalah, significa “recibir”, y cuando empecé a estudiarla, el
profesor nos comentó que casi todos los problemas de la humanidad residían en
el hecho de no saber recibir lo que la vida nos tiene deparado. Cuando
escuché esto se me hizo extraño, porque era más lógico pensar que
el principal problema del ser humano es que no sabe compartir, pero luego
entendí que esto último proviene de lo primero. Dentro
de cada uno de nosotros reside el potencial para dar y recibir, somos luz y
vasija en términos de kabbalah, y hay una explicación más profunda detrás de
esto, pero no quiero extenderme en sus fundamentos porque no es el propósito de
este artículo, así que lo explicaré con ejemplos y preguntas.
Imagina que vives en un departamento pequeño alquilado, y toda tu vida has deseado tener una casa grande donde poder vivir más cómodamente con tu familia, lo cierto es que no tienes los medios económicos para lograr cumplir ese sueño, de hecho vives muy ajustado; sin embargo, un día te enteras que heredaste la casa de 4 pisos de un tío al lado del olivar de San Isidro. ¿Podrás tener esa casa para siempre? Probablemente no porque
no tienes el dinero para mantenerla, y al final no te quedará más opción que
venderla. ¿Qué pasa si de repente por x motivos, te ascienden al puesto de
jefatura que siempre anhelaste tener, pero resulta que no tienes las
competencias ni la experiencia necesaria? Probablemente las cosas no sean tan
sencillas para ti, por lo menos el primer año de capacitación y aprendizaje, si
es que antes no das una metida de pata que ponga en peligro tu puesto, ¿cierto?
¿Qué pasaría si por fin logras estar con el chico que tanto quieres, pero
resulta que tú aún no has terminado de cortar la relación con tu ex porque te
da pena y estas llevando una relación a la par con ambos? Probablemente termines más
sola que el chavo, cuando quedes al descubierto o vivas una vida llena de
frustraciones y ansiedad.
A lo que se
refería David Benzaquem, mi maestro, es que deseamos tanto, y todo aquello que
deseamos nos es posible, pero siempre en la medida que sepamos crear vasija
para recibirlo. El problema no está en desear, o dejar de hacerlo, sino en
trabajar en uno mismo para merecer aquello que deseamos. He ahí una gran
diferencia cuando experimentamos el placer de disfrutar algo que sabemos nos
costó muchísimo y no nos fue regalado.
Segunda
pregunta encontrada: ¿Mereces aquello que deseas? o ¿Estás siendo lo que quieres
recibir? Recuerda que todos somos espejo, y siempre vamos atraer
situaciones, relaciones, y personas que vibren en la misma sintonía que uno.
Aplazando la satisfacción del deseo
Encontré una
metáfora que me pareció interesante para poder explicar esta parte. Una
bombilla de luz, tiene 3 componentes: Un polo positivo (+), un polo negativo
(-) y un filamento que separa a ambos. De estos tres componentes, el más
importante es el filamento, que funciona como resistencia, haciendo retroceder
la corriente que fluye desde el polo positivo al negativo, evitando que se
conecte directamente, y de esta manera logra crear una luz constante. ¿Qué pasa
cuando este filamento se quema?, pues se produce un cortocircuito, la corriente
pasa directamente al polo negativo, se produce un destello intenso y brillante
pero rápidamente en cuestión de segundos, nos quedamos en la oscuridad y esa
bombilla ya no funciona más.
En esta
metáfora, el polo negativo correspondería a nuestros deseos inmediatos, el polo
positivo, a la plenitud y felicidad que buscamos, ese sentido y propósito de
vida, y el filamento representaría, nuestra capacidad de elección por satisfacer inmediatamente
nuestros deseos, o por obtener satisfacción a largo plazo. Un ejemplo, quizá
burdo y sencillo: Quieres cambiar tu estilo de vida y comenzar a alimentarte
sanamente (es tu propósito en este momento, y lo que te daría bienestar más
adelante), pero te encuentras frente a una torta de chocolate en el refrigerador,
no es la primera vez que pasa, de hecho sabes el inmenso placer que te produce
poder saborearlo y comerte un pedazo (deseo inmediato del ego). Si no tuvieras la capacidad
para resistir ese deseo cada vez que se presente, lo único que harás es
sacrificar tu bienestar a largo plazo por un placer momentáneo que se presenta
como ese destello brillante e intenso y que siempre viene seguido de un episodio
de oscuridad, traducido en sentimientos de culpa y angustia.
Esa sociedad consumista, de la que hablé lineas arriba, nos ha creado también, un sentido de la inmediatez, que nos lleva constantemente a buscar llenar nuestras vidas de placeres rápidos y momentáneos, de
respuestas efectivas pero fugaces. Pareciera que hemos cedido el control a nuestros impulsos reactivos, para después sentirnos vacíos, y culpables, y aún así seguimos llenando esos
vacíos con más y más satisfacción inmediata, creyendo que es el remedio para
acercarnos un poco más a aquello que creemos nos da felicidad.
Tercera
pregunta correcta encontrada: ¿Aquello que quieres, te producirá un bienestar a
corto o largo plazo? o ¿Estás sacrificando tu bienestar por un placer momentáneo?
Quizá no lo estés viendo, pero hay algo más grande detrás de aquello que
quieres.
Eliminando para iluminar
Mia Pineda,
una reconocida astróloga kabalista y coach venezolana, a la que sigo desde hace
4 años, y ha causado gran impacto en mi vida como en la de muchas personas,
tiene una frase que me acompañó en mi proceso, “eliminar para iluminar”. Esta
frase cobró mucho sentido para mi, en tanto me di cuenta que toda mi vida me la pasé
acumulando cosas, y no sólo materiales sino también creencias, ideas, juicios, conocimientos,
etc, que a veces sólo estaban ahí, rumeando en mi cabeza, y sólo servían
para crear distancia de la realización de mis sueños y de las personas que me rodeaban. Con
el tiempo me di cuenta que no era la única, parece que ese consumismo del que
hablaba líneas arriba, nos ha llevado a tener esa tendencia a acumular y
acumular sin dejar espacio para nada más, como cuando llenas un cuarto de
cualquier cosa, no queda espacio para que entre ni siquiera luz, y cuando no
hay claridad no se presentan respuestas, al menos válidas.
Al parecer, el
mensaje estaba por todas partes, incluso el famoso slogan de una universidad,
“para aprender hay que desaprender”, me lo recordaba a cada momento, y claro,
no hubiéramos podido dar la vuelta al mundo y descubrir tantas cosas, si
todavía creyésemos que la tierra es plana. Lo cierto es que es más fácil
deshacernos de cosas materiales que ya no nos sirven, en algunos casos de relaciones que ya no funcionan, pero no es tan fácil soltar creencias enraizadas, ideas, pensamientos, juicios o actitudes, que quizá ya no nos ayudan, y que al final son la base y principio de todo y determinan nuestra realidad. Por ello, veo
cada vez más personas con cabezas impenetrables, y corazones vacíos creando
distancias inalcanzables entre unos y otros...
Cuarta
pregunta correcta: ¿Qué tengo que soltar? ¿Es algo tangible, o una idea, una
creencia, un juicio, una conducta que me limita? Ponlo a
prueba en la realidad y si ya no funciona, si no te genera felicidad, ya sabes
que tienes que soltar. Quizá no sea fácil, pero si tienes las manos llenas, dime ¿con cuál recibirías
aquello que tanto quieres? Si tienes la mente cerrada, ¿cómo podría entrar la
luz de nuevas ideas y sueños por realizar? Hay que hacer espacio para que lo
bueno entre en tu vida!
Si bien es cierto, los libros que leí o los cursos que llevé, me ayudaron a mi a formularme las preguntas correctas en su momento; las respuestas a todas ellas, jamás las encontrarás en un libro o en una clase. Todo aquello que quieres ser ya lo eres,
sólo tienes que dejar de buscar afuera, y comenzar a buscar adentro. Tu mundo
exterior es reflejo de tu mundo interior, así que preocúpate menos en tener y
más en ser, lo primero es consecuencia de lo segundo.
Mary Rodriguez Castro
Psicóloga y Coach Ontológica